- Revista Acine
Selena, una lección de marca personal
Las luces se apagan, se escuchan los aplausos. Vemos a Selena caminando de espaldas fuera del escenario. De pronto una voz femenina la llama, es su hermana. Selena se voltea y Suzette captura el instante con su cámara análoga. Selena sonríe, se despide y sale de cuadro.

Con esta, la última escena de la serie, se da cierre al grupo de recuerdos que la familia Quintanilla ha querido compartir con el mundo. Esta versión de la historia de Selena, tiene eso de especial: es la mirada de su familia, como ellos la recuerdan. Aquí más allá de la súper estrella o la víctima de la tragedia, nos cuentan la historia de la hija, la esposa, la hermana y sobre todo, del ser humano que va en busca de su identidad. No en vano, el padre y la hermana de la artista son los productores ejecutivos de la serie.
La sensación entonces, a medida que pasan los capítulos, es la de estar viendo la vida de una típica familia de ascendencia latina en situaciones atípicas.
Pero, si lo analizas mejor, la familia Quintanilla no es típica, en realidad, es el concepto de familia llevado al extremo.
“como todo en la vida, ante tanta luz también hay un espacio sombrío y la serie no lo oculta”.

Sin duda, es gracias a esto que se forma Selena, la gran artista que conquistó mercados y abrió caminos. Además del talento y carisma que la desbordaban, su entorno familiar fue el eje fundamental para construir a la reina del Tex-Mex. “Los Dinos”, que pasaban a segundo plano frente a la grandeza de su imagen, eran demasiado: productores, compositores, gerente, compañía y apoyo.
No obstante, como todo en la vida, ante tanta luz también hay un espacio sombrío y la serie no lo oculta. Hacer parte de una familia tan cohesionada tiene su precio: el control, la codependencia y la culpa por querer algo de libertad. A todos estos conflictos se enfrenta Selena, y conociendo su triste desenlace, uno sí agradece que se haya atrevido a desafiarlos.

Porque Selena fue fiel a sí misma. A pesar de tener siempre a alguien diciéndole qué hacer, ella logró imponer su estilo. Fue pionera en mostrar sin miedo sus raíces, su mezcla latina con americana. Pese a la intención de muchos de no dejarla ser, por no clasificar tan fácilmente en una categoría, tuvo la inteligencia para dejarse guiar hasta un punto y luego seguir su instinto.
Es tan única su imagen – la versión latina de la cultura pop noventera-que catapultó a la fama a Jennifer López en enterizo morado. Es tan potente que a más de 20 años de su muerte, nuevas generaciones se dejan llevar por su encanto.
Sin duda su familia la hizo artista, pero ser ella misma, la hizo icónica.

Por Marcela Salazar
Comunicadora social, Maestra en Literatura, fan de las buenas historias. El universo audiovisual me permite acceder al mundo y me ayuda a entenderlo, por eso me gusta tanto.
Instagram: @marcerosa